¡¡¡¡El Dodge Polara!!!!! me arrimo a el y lo observo con detenimiento, majestuoso, firme, honorable, decido buscar las llaves y sacarlo a pasear pero antes llamo a la vieja.
Nos subimos a esa impresionante maquina, le doy arranque y en un viaje sin partida la miro a los ojos y es ella, Margarita con sus 19 años, la vuelvo a ver con su pollera tubo color azul Francia y la blusa escote bote de verde esperanza, miro el espejo retrovisor y veo mis ojos grises sin el adorno de los lentes.
Estamos en nuestra primer salida vamos al rosedal, a comer en sus inmensos jardines, si, es Margarita, aquella joven que apenas la vi salir de la casa de la tía Lidia sabia que no me iba abandonar.
Me siento con fuerza mirando el futuro, proyectando el 21 de septiembre junto a ella, doblamos en la esquina donde nos regalamos el primer y mejor beso de nuestra historia, retomo la avenida que camine varias veces para ir a buscarla, claro está, antes de tener el Polara, que luego la llevó a la iglesia y de ahí directo nos traslado a las sierras cordobesas.
Se terminó el paseo, estaciono, apago el motor y bajamos, nuevamente la observo, allí está ella con sus 70 y pico de años, camina más lenta, observa con cuidado todo, su belleza en retroceso, mis ojos grises con su corona de lentes bifocales me muestran que el amor se llama Margarita.
Emanuel Gonzalez
Excelente texto, bellísismo, con un final interesante. Muy buena la foto que ilustra...
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