lunes, 5 de diciembre de 2011

de reojo



Sentado en la mesa de un bar, el hombre miraba de reojo a una bandita de pibes cancheros que con unos fernet con cola estaban un poco avispados. Pasados de vuelta diríamos.
El veterano de varias batallas alcohólicas saboreaba un fernet pero con Cinzano y sin hielo, algunos maníes de los que quedaban solo las cáscaras rodeaban el vaso lleno por la mitad.
En una mesa ubicada cerca de una de las  ventanas, una pareja se tomaba las manos mientras sonreían y hablaban. Unos jubilados jugaban un tute cabrero, en otra mesa un solitario lector gastaba hasta la última gota del único café que consumiría a lo largo de su estadía.
Los dos ventiladores de techo giraban lentamente, el gato dormía acurrucado en la esquina del mostrador mientras el galaico que maneja el negocio pasaba sin darse cuenta el trapo rejilla sin ninguna necesidad, solo por costumbre al igual que el lápiz en la oreja.
El café del barrio, simple, acogedor, extrañando el olor a faso que ayer lo cubría todo, el ruido de las bolas de villar al chocar con el amortiguador de la culata del taco al tomar impulso y salir disparado hacia adelante. Prueba suficiente de que nadie debe ponerse detrás de un jugador de billar.
El veterano observaba todo, si hasta parecía un policía encubierto ¿lo sería en realidad?
No lo creo, pero siempre hay que dejar una puertita abierta para la duda.  Si mal no recuerdo era un domingo después del mediodía, un día histórico, el día que cambié de camiseta.
Pero volvamos al grupo de jóvenes alegres, se los oía discutir, reírse, muchas cargadas, algún piropo a la piba linda del barrio y el ojo que es mi hermana. Yo solo tomaba una gaseosa o coca para decirlo mejor.
El olor a puchero no solo se olía se sentía, despertaba apetito. En un momento hasta sentí olor a algún cigarrillo prendido,  si ya no se puede fumar me dije!!  Busqué al transgresor pero no vi a nadie haciéndolo pero juro que lo sentí.
La memoria nos juega algunas bromas pesadas.
Sin decir agua va, escucho una voz del grupo que me dice….vamos a la cancha….¿ a la cancha? Pregunté ingenuo…si a la cancha me dijeron y se reían a carcajadas.
Otra vez la memoria, el camioncito de Poiro, caminar, el olor a chori, el famoso A la visera, a la visera, todo un mundo nuevo, yo que iba con mi viejo a ver a Racing en su cancha de Avellaneda debutaba en la cancha de Boca.
No sabía para donde mirar, creo que lo que menos observé fue el partido, solo me acuerdo que era  internacional, los tipos tenían una camiseta blanca, pero a mi me encandilaba la gente, el grito de uno en miles, el agitar de banderas azul y oro.
Hasta que por fin tuve mi primera vez…a pleno pulmón empecé a gritar Si si señores yo soy de Boca…chau a  Racing aunque no lo voy a negar, un cachito lo quiero aunque sea por mi viejo.
Denrepente como decía Minguito, parpadeé  y me encontré en otro café mas moderno pero con historia el Bar Gardel, remodelado a nuevo no ya el década del 60 en la que lo conocí pero abierto al fin.
El otro el de mi imaginación El Peirano que ya no está, que lo demolieron el que estaba en Loria e Independencia, desde el que salí hacia la cancha de Boca, el de la barra de muchachos que ya no están, Lito, Gallardo (el único hincha de Racing y que precisamente murió de un paro cardiaco en la tribuna racinguista) Egidio, Delfor, Pablo)………
En el Gardel de hoy en Independencia y Entre Ríos, los compañeros del San Martín de ayer con unos cuantos años más José,  Roberto, Ricardo, Otto, Sergio, Gustavo  el veterano que miraba de reojo, es abstemio y más bueno que la malva pero sirvió de inspiración porque como siempre digo cualquier foto dispara una historia.
N. del autor: vaya esta historia como homenaje a todos los cafés que fueron demolidos y que posiblemente la mayoría de ellos no fueron famosos pero que hicieron historia, la historia que nunca se cuenta porque son historias íntimas, historias de barrio y si se quiere historias de tangos.

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