Sentado en la mesa de un bar, el hombre miraba
de reojo a una bandita de pibes cancheros que con unos fernet con cola estaban
un poco avispados. Pasados de vuelta diríamos.
El veterano de varias batallas alcohólicas
saboreaba un fernet pero con Cinzano y sin hielo, algunos maníes de los que
quedaban solo las cáscaras rodeaban el vaso lleno por la mitad.
En una mesa ubicada cerca de una de las ventanas, una pareja se tomaba las manos
mientras sonreían y hablaban. Unos jubilados jugaban un tute cabrero, en otra
mesa un solitario lector gastaba hasta la última gota del único café que
consumiría a lo largo de su estadía.
Los dos ventiladores de techo giraban
lentamente, el gato dormía acurrucado en la esquina del mostrador mientras el
galaico que maneja el negocio pasaba sin darse cuenta el trapo rejilla sin
ninguna necesidad, solo por costumbre al igual que el lápiz en la oreja.
El café del barrio, simple, acogedor,
extrañando el olor a faso que ayer lo cubría todo, el ruido de las bolas de
villar al chocar con el amortiguador de la culata del taco al tomar impulso y
salir disparado hacia adelante. Prueba suficiente de que nadie debe ponerse
detrás de un jugador de billar.
El veterano observaba todo, si hasta parecía
un policía encubierto ¿lo sería en realidad?
No lo creo, pero siempre hay que dejar una
puertita abierta para la duda. Si mal no
recuerdo era un domingo después del mediodía, un día histórico, el día que
cambié de camiseta.
Pero volvamos al grupo de jóvenes alegres, se
los oía discutir, reírse, muchas cargadas, algún piropo a la piba linda del
barrio y el ojo que es mi hermana. Yo solo tomaba una gaseosa o coca para
decirlo mejor.
El olor a puchero no solo se olía se sentía,
despertaba apetito. En un momento hasta sentí olor a algún cigarrillo prendido, si ya no se puede fumar me dije!! Busqué al transgresor pero no vi a nadie
haciéndolo pero juro que lo sentí.
La memoria nos juega algunas bromas pesadas.
Sin decir agua va, escucho una voz del grupo
que me dice….vamos a la cancha….¿ a la cancha? Pregunté ingenuo…si a la cancha
me dijeron y se reían a carcajadas.
Otra vez la memoria, el camioncito de Poiro,
caminar, el olor a chori, el famoso A la visera, a la visera, todo un mundo
nuevo, yo que iba con mi viejo a ver a Racing en su cancha de Avellaneda
debutaba en la cancha de Boca.
No sabía para donde mirar, creo que lo que
menos observé fue el partido, solo me acuerdo que era internacional, los
tipos tenían una camiseta blanca, pero a mi me encandilaba la gente, el grito
de uno en miles, el agitar de banderas azul y oro.
Hasta que por fin tuve mi primera vez…a pleno pulmón
empecé a gritar Si si señores yo soy de Boca…chau a Racing aunque no lo voy a negar, un cachito
lo quiero aunque sea por mi viejo.
Denrepente como decía Minguito, parpadeé y me encontré en otro café mas moderno pero
con historia el Bar Gardel, remodelado a nuevo no ya el década del 60 en la que
lo conocí pero abierto al fin.
El otro el de mi imaginación El Peirano que ya
no está, que lo demolieron el que estaba en Loria e Independencia, desde el que
salí hacia la cancha de Boca, el de la barra de muchachos que ya no están,
Lito, Gallardo (el único hincha de Racing y que precisamente murió de un paro
cardiaco en la tribuna racinguista) Egidio, Delfor, Pablo)………
En el Gardel de hoy en Independencia y Entre
Ríos, los compañeros del San Martín de ayer con unos cuantos años más
José, Roberto, Ricardo, Otto, Sergio,
Gustavo el veterano que miraba de reojo,
es abstemio y más bueno que la malva pero sirvió de inspiración porque como siempre
digo cualquier foto dispara una historia.
N. del autor: vaya
esta historia como homenaje a todos los cafés que fueron demolidos y que
posiblemente la mayoría de ellos no fueron famosos pero que hicieron historia,
la historia que nunca se cuenta porque son historias íntimas, historias de
barrio y si se quiere historias de tangos.
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