Gritos, sirenas de
patrulleros, corridas, palazos, balas de goma, gente corriendo por todos lados.
Todos corrían menos uno.
Parado en medio de la humareda de los gases policiales y de
los empellones de los caballos estaba Luciano. La mirada en alto, desafiante.
Camisa abierta, de una herida en costado de su cara surgía un manchón de
sangre…
A la madrugada del otro día, se abre la puerta de la celda
de la comisaría 2° y Luciano acompañado
por un agente sale a la calle. Había
recuperado su libertad.
Sucio, cansado y medio embotado comienza a caminar sin rumbo
fijo. Sin un mango en el bolsillo no le quedaba otro remedio que caminar o
pedir plata para viajar en colectivo.
Aún no había salido el sol pero ya la calle se iba poblando
de a poco con gente que salía para su trabajo. Comienzan a pasar los bondis y a
cada rato cada vez mas llenos.
Luciano no se animaba a pedir plata pero también le
resultaba imposible llegar caminando a su casa pues quedaba demasiado lejos,
pero la suerte o la providencia lo ayudó.
Mientras iba caminando, ve a unos metros que un colectivo
frena un poco casi sin parar y la gente comienza a subir como puede y en ese
preciso momento siente un brazo que lo empuja y una voz que le dice vamos,
vamos, subí.
Así colgado durante un buen trayecto del viaje Luciano logra
llegar a su destino, Alguien, no sabía quien, le había dado una mano.
Así y todo debe caminar unas cuantas cuadras para llegar a
su hogar. Al divisarla ve gente en la puerta de su casa. De a poco las va
distinguiendo, su mamá, el padre, su novia, los vecinos, todos muestran el
cansancio de haber pasado la noche despiertos.
Los abrazos y la alegría toman el lugar de la angustia y del
dolor.
Entran, Luciano se va a lavar un poco y se cambia de ropa.
Llegan sus compañeros de trabajo. El mate reina en la casa de la calle Gorriti,
la tele encendida muestra lo que había
ocurrido el día anterior en la Plaza y en una de las escenas aparece la figura
de Luciano.
Un aplauso estalla, en el comedor. Las preguntas arrecian y
Luciano no tiene respuestas. Solo alcanza a decir…que se yo….estaba allí, vi la
represión y no fui mas yo, era otro, corría de un lado para el otro, levante a
una madre que la había golpeado un caballo de la montada y cuando ya estaba a
salvo con sus compañeras, recibí un golpe de atrás y después no me acuerdo de
nada.
Solo la mano de alguien que me dijo subí, vamos.
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