miércoles, 4 de julio de 2012

El rancho se hizo tapera


El rancho se hizo tapera,
ya no titila el farol,
una ventana cerrada,
donde ya no dentra el sol.
El yuyo se fue arrimando,
como pa ver qué pasó,
pero se fue don Segundo,
con su silbido tristón
De milonga pa don segundo

El destino hizo que fuéramos a parar a los pagos de San Antonio de Areco cuando en realidad íbamos a sacar fotos a Gobernador Andonaegui. Ruta 8, doblamos a la izquierda, paramos en una plaza bien cuidada y comenzamos a caminar pues habíamos visto una antigua casa que nos gustó para retratarla.
Don Luis Gasparini en la puerta de su rancho
Habríamos hecho unos pocos metros cuando vemos un frente con un color rosado y una bandera argentina, al pasar miramos hacia adentro y era una especie de museo y atelier.
Un señor se nos acerca y nos invita a pasar, mientras habla de lo que íbamos a ver, que la entrada era gratuita y que el era el dueño de la casa. Yo soy el pintor Luis Gasparini fue la presentación.
No era nuestra intención entrar apenas llegábamos a ningún museo sino mas bien recorrer la ciudad pero la verborragia de el  le ganó a la intención y cuando nos dimos cuenta ya estábamos en la puerta de un antiguo rancho gaucho.
Me frené unos metros antes de la entrada al mismo y le comento a mi compañero y a Luis el pintor, es igualito al rancho de Rosas (Don Juan Manuel) que esta en San Miguel del Monte.
Riéndose Gasparini me dice, mire como son las cosas, cuando yo era chiquito, justo allí donde está UD parado estaba Don Arturo Frondizi y le dijo a mi padre las mismas palabras.
Nos siguió contando la historia del rancho y de su padre y su propia historia pero yo ya no escuchaba, ya había entrado al rancho, ya era mi rancho, el que siempre había imaginado, era un cacho de la historia que había leído, que había soñado mas de una vez.
Mientras escuchaba a lo lejos la voz de Luis con Daniel mi compañero de viaje, veo que entra una pareja que recién había llegado viajando en moto.
Yo seguí con mi propio recorrido ya ajeno a todo. Veo el marco de la puerta muy bajo y sabía porque como así también un pequeño agujero al lado de la puerta para tirar desde adentro.
La puerta baja era para que los indios o los supuestos atacantes no pudieran entrar a caballo al rancho y el agujero en la pared era para repeler el ataque sin abrir la puerta. Tenía como molde un hueso de caracú.
La pava, un pequeño farol. Un diario anunciando el inicio de la primera guerra mundial y telas y dibujos por todos lados.
Al rato las voces se alejaban y yo fui detrás de ellas, volviendo al presente, a la vida cotidiana. Había dejado atrás un pedazo mío.

                                                                                                                                  Edgardo R Ieraci

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