viernes, 28 de septiembre de 2012

18 de octubre de 1945

movilización en apoyo al coronel Peron

Todos sabemos o casi todos, mayormente sabemos lo ocurrido el 17 de octubre y cada uno interpreta a su manera lo sucedido
Pero voy a intentar imaginar que ocurrió en una casa peronista el 18 y también en una casa antiperonista.
Barrio de Balvanera, una casa de inquilinato, los habitantes comienzan a levantarse y hacen cola para entrar  al único baño.
El cansancio se nota en varios rostros. La sirena de la fábrica de golosinas Stani se mezcla con la tabacalera de la calle Maza.
Es jueves todavía falta para el ansiado fin de semana.
En la calle se van encontrando los vecinos, algunos amigos que compartieron con otros que no lo eran, la histórica jornada del día anterior. Ese era el tema del día.
Entusiasmados unos, cabizbajos otros. Los diarios se vendían como pán caliente. En ellos no había términos medios. Para algunos o mejor dicho para uno, había triunfado el pueblo para los otros el nazismo.
Lito, uno de los protagonistas de esta historia había estado en la plaza de mayo el día anterior, la sonrisa blanca y ancha, contrastaba con su piel oscura, no podía hablar de la ronquera luego de tantos gritos.
El no tuvo que tomar ningún vehículo para llegar, trabajaba cerca en la casa Gatt & Chávez en la calle florida y  como otros tantos miles, se encamino hacia su destino con una sola consigna rescatar a Perón.
La decisión estaba tomada, empleados, obreros, mujeres y niños invadían Buenos Aires, como alguien lo denominaría mas tarde era el subsuelo de la Patria sublevada.
El grito era Queremos a Perón….Queremos a Perón.
Lo que sigue ya lo sabemos…….por eso volvamos al 18.
Cerca de la medianoche, finalizando la jornada del 17, el muchacho vuelve a su casa. Las luces encendidas, la familia en la puerta de su casa esperando. En un boca a boca imparable los vecinos iban agigantando lo ocurrido y en otros casos pinchándolo.
Solo se escuchaba los gritos de los chicos jugando a la pelota en la calle, de pronto, a lo lejos ven que comienzan a llegar grupos de personas, sudorosas, cansadas pero alegres.
Algunos haciendo flamear una bandera Argentina y todos cantando Perón…Perón.
Callao y Las Heras, 20.30 hs, la gente del señorial barrio de Recoleta, también se juntan reunen pero por otros motivos. Estaban enojados. No podían entender como habían soltado al  coronel Nazi fascista. Ellos querían que la Corte de Justicia asumiera el gobierno, ahora en manos del Gral. Farrel.
La Prensa y La Nación se  hacían eco de esa protesta: El Gobierno a la Corte.
Gabriel, hijo de un ganadero de la provincia de Buenos Aires, abogado, con un doctorado en Inglaterra era la contrapartida de Lito.
Criado en las viejas costumbres, no entendía el nuevo mundo que se les venía encima.
Durante la cena, el silencio impero pero al servirse el café y ya mas distendidos, con los niños en sus habitaciones y la servidumbre ya retirada se animaron a comenzar a hablar.
El joven abogado, como hijo mayor y en ausencia de su padre, tomo la palabra, que era escuchada como sermón en Misa.
cartel anti peronista
Ya no se puede hacer nada, sentenció. Su madre Doña Maria de los Milagros, se santiguó. No puede ser, dijo el hermano menor. Hay que intentar algo.
Todavía, contesto Gabriel, haciendo una pausa, que no hizo más que aumentar la ansiedad de todos, pueden quedar algunas reuniones por hacer. Pero deberemos guardarnos el asco y juntarnos con algunos políticos que están en nuestras antípodas pero que en esto a ellos tampoco les conviene porque afectaría sus intereses. Vos me entendes: Radicales, comunistas, socialistas…..pero lo bueno es  que tenemos a EEUU de nuestro lado.
El 17 de octubre produjo un quiebre en la Argentina.
Lamentablemente en ese quiebre se enfrentaron las dos Argentinas, la de la generación del 80 y la nueva generación, la del 45.
Aún ese quiebre no puede restaurarse, intereses mas que razones lo impiden, siguen existiendo Litos y Gabrieles, lo único que sigue en pie es la esperanza. La que no se dobla, la que no se quiebra. Esa esperanza perenne de ver un país inmerso en las raíces mas profundas de América Latina, un país en el que se puede discutir sin que te desaparezcan o te incluyan en listas negras.
Un país en que todos pateemos para un mismo lado y  usando un término futbolístico defendamos cada uno la camiseta que queremos pero sin dejar de lado el buen espectáculo que en nuestro caso sería un país Justo, libre y soberano.
                                                                                                                                     Edgardo R. Ieraci


Mi Buenos Aires querido


Buenos Aires, la que inmortalizó Carlos Gardel con Mi buenos Aires querido. La Reina del Plata y cuantos piropos más, recibió y recibirá.
Pero más allá de la poesía, los porteños nos preguntamos ¿porque le habrán puesto Buenos Aires?, si hay una humedad insoportable. Cuando llegaron los primeros españoles con Pedro de Mendoza, era todo lodazales infectados por mosquitos y alimañas.
Lo que mata es la humedad, decían mis viejos y seguro también los suyos, el frío es mas frío y el calor es más calor.
De chico nos enseñaban en la escuela que le habían puesto Santa Maria de los Buenos aires y punto.
Pero e aquí que recién ahora me entero el verdadero porque del nombre, leyendo un viejo libro que tenía en mi casa y nunca había ojeado, que se llama Las iglesias de Buenos Aires, escrito por Rodolfo Tasca.
Como de costumbre, antes que nada, busco si el mismo tenía un índice por el cual buscar y allí la encontré.
En la página 153 anuncia: Está en el centro geométrico de la ciudad la Iglesia de la virgen que le dio su nombre.
Intrigado por el título, voy a la página y comienzo a leer.
La iglesia es la que está situada en la Av. Gaona 1730 y fue inaugurada el 3 de diciembre de 1932. Pero aquí entra la duda, la iglesia la inauguran en 1932 y Don Pedro de Mendoza en1536, cuatrocientos años antes funda la ciudad.
La respuesta, es esta. Alrededor de 1370  Alfonso de Aragón ocupa la ciudad de Cagliari en la isla de Cerdeña. Levanta su campamento en una zona elevada, alejada de graves epidemias ocasionadas por el paludismo.
En razón de esto a esa colina se la denomina Bonoria. También hizo levantar una iglesia bajo la advocación de Ntra. De la Sma Trinidad y Santa Maria.
La misma fue puesta bajo el cuidado de los padres mercedarios, convirtiéndose en Ntra. Sra. de Bonaria.
Don Pedro de Mendoza que había guerreado en Italia, al venir a América bautizó con esa advocación a la ciudad recién fundada.
Alrededor de 1890 el padre Torres provincial de la orden de los mercedarios se encontraba en Roma., allí conoció a un anciano religioso e historiador y propagador de la Fe de Sta Maria de Bonaria o de buenos Aires y le dijo:
Vaya padre, eríjale algún templo. Algún santuario a la santísima virgen de Bonaria, allá en América, en Buenos Aires.
Y así lo hizo.

Se viene la sudestada


El día apacible y soleado de principios de la primavera, dio lugar a negros nubarrones que avanzaban como soldados en son de guerra.
En vez del clarín  y los tambores, el viento atravesaba los árboles y los matorrales produciendo un ruido aterrador. Los jóvenes hojas, recién nacidas, se movían al compás de las débiles ramas.
El crujir de las viejas pinos, con sus hojas afiladas, la danza de los sauces y el remolino de las aguas turbias del río mostraban un paisaje para nada alentador. Los isleños veteranos en estas lides con la naturaleza, olían la llegada de la inundación.
Los que trabajaban en el monte, hachando álamos o cazando nutrias, comenzaron a volver a las casas, como decían ellos, las mujeres, guardaban a sus animales domésticos y acarreaban agua para subirla a la casa. Lo chicos todavía podían jugar en los pequeños charcos formados por el avance del agua desde el interior de la isla para juntarse con el ya crecido río.
Las aves vuelan en bandadas como mensajeras de que algo va a pasar, el viejo isleño, ya cansado de la vida, se sienta a esperar con un pucho entre los labios, mira como perdido, no se sabe adonde.
Vaya a saber uno que pasaba por la cabeza del viejo Garayoa, hijo de vascos, criado en la isla, conocedor de cientos de  recovecos, de arroyos ignorados, de donde estaba el mejor lugar para cazar o tirar un anzuelo.
La cara arrugada por mil soles, parecía un bandoneón con cada chupada al cigarro. A su lado un fiel perro al que llamaba cara sucia, un perro cualquiera que un día se aquerenció y se quedó con el viejo, que por esos entonces no lo era tanto.
Compañero de correrías, hoy descansaba junto a su dueño.
A lo lejos desde un bote lo saluda un vecino y le pregunta si necesita algo. Poniéndose de pie y con un brazo en alto, contesta el saludo y agradece su preocupación pero, no necesita nada.
Los habitantes de las islas son así, solitarios y a la vez solidarios, saben que aunque vivan apartados unos de otros son una comunidad y como tal actúan.
Saben quien vive solo y puede necesitar algo, si hay algún enfermo, si alguna mujer esta sola con los hijos porque el marido no volvió aún y se preocupan de que estén a buen resguardo.
La naturaleza continúa su recorrido y los hombres los suyos. El ciclo de la vida sigue. El agua provee y el agua quita. Todos lo saben y todos lo aceptan. Tanto los que viven a orillas del Paraná como los que viven junto al Nilo legendario o al larguísimo Amazonas.
El sol esta bajando, ya se van prendiendo los primeros faroles. Una ultima recorrida para ver que todo esta en orden. Una gallina que se había escapado de su refugio es vuelta al mismo. Los chicos ya están en la seguridad que les da la altura de su hogar, preparadas para estos casos.
La inundación ya esta alojada, no se ve una sola mota de pasto. Las plantas mas pequeñas comienzan a quedar tapadas por el agua pero como todo tiene su parte buena, el agua también une a la familia.
Los viejos cuentan historias a sus nietos, los padres a sus hijos, a lo lejos se escucha un acordeón y por otro lado suena una guitarra. Saben que como viene se va y cuando se vaya habrá que retomar la vida habitual.
Si Dios, le dice al viento que cambié de dirección, a la mañana pasará la lancha que llevará a los chicos a la escuelita isleña. Las mujeres a limpiar el barro que dejó el agua en al casa y los hombres a trabajar en el aún inundado monte.
Amanece en el Delta del Paraná, el viento cedió y el agua comienza a bajar. Aunque sea con botas los isleños pueden comenzar sus labores diarias.

A lo lejos una canoa pasa cerca de la casa de Don Garayoa, el viejo esta sentado en silla favorita, al lado de el, su perro.
El hombre del bote, lo llama por su nombre para saludarlo pero el viejo no contesta, el canoero solo recibe como contestación, el lastimero ladrido del perro.
La isla, está de luto.
                                                                                                                                       Edgardo R. Ieraci