movilización en apoyo al coronel Peron |
Todos sabemos o casi todos, mayormente sabemos
lo ocurrido el 17 de octubre y cada uno interpreta a su manera lo sucedido
Pero voy a intentar imaginar que ocurrió en
una casa peronista el 18 y también en una casa antiperonista.
Barrio de Balvanera, una casa de inquilinato,
los habitantes comienzan a levantarse y hacen cola para entrar al único baño.
El cansancio se nota en varios rostros. La
sirena de la fábrica de golosinas Stani se mezcla con la tabacalera de la calle
Maza.
Es jueves todavía falta para el ansiado fin de
semana.
En la calle se van encontrando los vecinos,
algunos amigos que compartieron con otros que no lo eran, la histórica jornada
del día anterior. Ese era el tema del día.
Entusiasmados unos,
cabizbajos otros. Los diarios se vendían como pán caliente. En ellos no había términos
medios. Para algunos o mejor dicho para uno, había triunfado el pueblo para los
otros el nazismo.
Lito, uno de los protagonistas de esta
historia había estado en la plaza de mayo el día anterior, la sonrisa blanca y
ancha, contrastaba con su piel oscura, no podía hablar de la ronquera luego de
tantos gritos.
El no tuvo que tomar ningún vehículo para
llegar, trabajaba cerca en la casa Gatt & Chávez en la calle florida y como otros tantos miles, se encamino hacia su
destino con una sola consigna rescatar a Perón.
La decisión estaba tomada, empleados, obreros,
mujeres y niños invadían Buenos
Aires, como alguien lo denominaría mas tarde era el subsuelo de la Patria sublevada.
El grito era Queremos a Perón….Queremos a
Perón.
Lo que sigue ya lo sabemos…….por eso volvamos
al 18.
Cerca de la medianoche, finalizando la jornada
del 17, el muchacho vuelve a su casa. Las luces encendidas, la familia en la
puerta de su casa esperando. En un boca a boca imparable los vecinos iban
agigantando lo ocurrido y en otros casos pinchándolo.
Solo se escuchaba los gritos de los chicos
jugando a la pelota en la calle, de pronto, a lo lejos ven que comienzan a
llegar grupos de personas, sudorosas, cansadas pero alegres.
Algunos haciendo flamear una bandera Argentina
y todos cantando Perón…Perón.
Callao y Las Heras, 20.30 hs, la gente del
señorial barrio de Recoleta, también se juntan reunen
pero por otros motivos. Estaban enojados. No podían entender como habían
soltado al coronel Nazi fascista. Ellos
querían que la Corte
de Justicia asumiera el gobierno, ahora en manos del Gral. Farrel.
La Prensa y La Nación se hacían eco de esa protesta: El Gobierno a la
Corte.
Gabriel, hijo de un ganadero de la provincia
de Buenos Aires, abogado, con un doctorado en Inglaterra era la contrapartida
de Lito.
Criado en las viejas costumbres, no entendía
el nuevo mundo que se les venía encima.
Durante la cena, el silencio impero pero al
servirse el café y ya mas distendidos, con los niños en sus habitaciones y la
servidumbre ya retirada se animaron a comenzar a hablar.
El joven abogado, como hijo mayor y en
ausencia de su padre, tomo la palabra, que era escuchada como sermón en Misa.
cartel anti peronista |
Ya no se puede hacer nada, sentenció. Su madre
Doña Maria de los Milagros, se santiguó. No puede ser, dijo el hermano menor.
Hay que intentar algo.
Todavía, contesto Gabriel, haciendo una pausa,
que no hizo más que aumentar la ansiedad de todos, pueden quedar algunas
reuniones por hacer. Pero deberemos guardarnos el asco y juntarnos con algunos políticos
que están en nuestras antípodas pero que en esto a ellos tampoco les conviene
porque afectaría sus intereses. Vos me entendes: Radicales, comunistas,
socialistas…..pero lo bueno es que
tenemos a EEUU de nuestro lado.
El 17 de octubre produjo un quiebre en la
Argentina.
Lamentablemente en ese quiebre se enfrentaron
las dos Argentinas, la de la generación del 80 y la nueva generación, la del
45.
Aún ese quiebre no puede restaurarse,
intereses mas que razones lo impiden, siguen existiendo Litos y Gabrieles, lo
único que sigue en pie es la esperanza. La que no se dobla, la que no se
quiebra. Esa esperanza perenne de ver un país inmerso en las raíces mas
profundas de América Latina, un país en el que se puede discutir sin que te
desaparezcan o te incluyan en listas negras.
Un país en que todos pateemos para un mismo
lado y usando un término futbolístico
defendamos cada uno la camiseta que queremos pero sin dejar de lado el buen
espectáculo que en nuestro caso sería un país Justo, libre y soberano.
Edgardo R. Ieraci
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